domingo, 7 de noviembre de 2010

Calcio hasta en la sopa

No, no me refiero a que a los sobres de caldo preparado les echen un "extra" de calcio como se hace con todos los productos alimenticios en España que si no llevan calcio llevan soja y si no llevan soja llevan fibra.

Calcio es la palabra que en Italia utilizan para nominar a nuestro fútbol. No se refieren con calcio a la liga italiana: es el deporte.

Y hoy, domingo, tengo una buena sesión. Visita Bari el Milan y, aunque hoy no toca ir al Stadio San Nicola me lo voy a tragar por la tele. Bueno, por el ordenador que para mi viene a ser lo mismo. Antes de eso habré visto ya un rato del Celta - Betis para continuar con el Osasuna - Hércules íntegro y algunos ratos del Barça y el Madrid alternando con la Fórmula 1. Todo en casa de Angelo.

Aquí el fútbol es religión. Ayer, sin ir más lejos, cenando en un restaurante con Irene y Carlos había ratos en que los camareros estaban más atentos al Inter - Brescia que aparecía en la pantalla que a atender. "Lo siento por mi novio", dijo la camerera que nos servía la comida cuando vio la grave lesión de Samuel, defensa interista.

Incluso en un bar poblado de rastas consumiendo sustancias estupefacientes se seguía con pasión pero en silencio (curiosa habilidad italiana) el Fiorentina - Bari. ¿Imagináis esto en nuestras ciudades? Un local alternativo, plagado de banderas palestinas y de otros movimientos y 25 tíos y tías fumando porros en silencio rezando por una ocasión de Donati, metiéndose con el medio derecho de su equipo y lamentando el 2 - 1 final.

El estadio es otra historia. Una obra maravillosa que lleva el sobrenombre de La Astronave y donde caben 60000 personas. Por la televisión parece vacío y es que realmente casi lo está. 15000 personas se agrupan apiñadas en uno de los fondos, la Curva Nord, y no paran de animar a su equipo. Primero con el himno del Bari y después con cánticos que ya se reproducen en nuestras noches de asueto como "il Barreto fa gol", una especie de "No podrán parar a Patxi Puñal" en plan barese. Bengalas en los vomitorios, los aficionados que deberían entrar en dos anfiteatros aglutinados solo en el superior, la mayor facilidad del mundo para pasar los tornos de entrada cerveza en mano, ... Y un señor que a partir del minuto 20 de partido recorre la inmensa grada vendiendo latas de eeste líquido para que no tengas que bajar. Sí, se vende cerveza. Sí, tiene alcohol. No, no puedes lanzarla al campo. Bueno, si quieres la lanzas pero como mucho vas a llegar a la calle más cercana a ti de la pista de atletismo. En esas pistas se agrupan bomberos preparados para recoger pirotecnia, recogepelotas que realmente con lo grande que es aquello se ganan el sueldo y fotógrafos. Y es que dos tardes en el San Nicola (visitas del Brescia y la Lazio) dan de si.

El tifoso italiano vive el fútbol de forma diferente. Los ultras son capaces de hacer que un jugador local pare su calentamiento para que se acerque a la grada a ponerse una bufanda. Ondean sus banderas desde el minuto -45 hasta el 100. Llegan a su asiento hora y media antes. Pero como ocurre con los equipos pequeños, que algo sé de eso, normalmente salen decepcionados del estadio y, maldiciendo, se van a casa. Cuando se pierde no hay tiempo para la última Peroni. Pero no hay nadie más feliz en toda la Puglia si se vence*. Entonces, y esto es algo internacional, siempre se saca un rato para la última.

El fútbol; quiero decir, el calcio, tiene estas cosas.

* Bueno, puede que alguien del Lecce si han ganado.

P.D.: Os dejo aquí abajo un gol que vi una noche de lunes por la televisión. Lo marca Lavezzi, del Napoli, al Milan. Para que luego digan que la liga italiana no mola.




Jau, a las 11:42 horas del domingo, 7 de noviembre de 2010.

Escuchando "A day long past it's prime" de Kathryn Calder.

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