miércoles, 1 de diciembre de 2010

Las canciones tienen su orden por algo*

Sonaba "Llenos de magia" a eso de las 10 de la noche de ayer en mi cuarto. Bastante alto y con la puerta cerrada para no molestar a mis compañeros. Y sonaba porque la radio televisión pública italiana me hacía ver a tirones el programa del lunes de Fazio y Saviano. Me harté de ver el letrerico de "Buffering..." y busqué en Mi Música algo que llevarme al tímpano.

Desde Montevideo, porque son de allí, vía Pamplona, porque fue Martín quien me los recomendó, llegaron a Bari los componenetes de "La vela puerca". O más bien su música. Primera vez que me paraba a escuchar o ver algo. Y es que cuando te vas un tiempo pides recomendaciones de música y cine porque supones que tu tiempo libre va a ser extensísimo. En mi escala en Madrid me hice con decenas de películas poco comerciales que pensaba devorar en mis primeras fechas aquí. No he visto ninguna y ya llevo casi tres meses fuera de casa.

Abrí una Nastro Azzurro (aquella cerveza que anunciaba Valentino Rossi hace años) y me senté en el sofá atento solo a escuchar. Con los pies en el puf ajado que venía con la habitación y los ojos entreabiertos me sobresalté con "Dice", la tercera del disco. "Dice que no quiere odiar, quiere matar". Como para sobresaltarse. Al final de la canción otra frase me relaja un poco: "Dice no querer crear, quiere soñar".

Se suceden los estribillos y las estrofas cantadas con acento charrúa y la botella de 33 centilítros mengua. Bueno, mengua su contenido. Le doy un repaso visual a mi cuarto y me fijo en cómo ha cambiado desde que llegué. Cuando entré nada estaba así. El escritorio estaba en otro sitio. Cuadros horribles adornaban las paredes. Por supuesto no había ni un amatrícula italiana, ni un gran mapa de Italia ni un cartel reivindicativo estudiantil. Ahora es mi pequeño trozo de casa. Mi hábitat.

Me asomé un momento al balcón aprovechando que la noche era más que agradable siendo el último día de noviembre y no vi ni rastro de ese barrio que me dijeron peligroso. Gente saliendo del gimnasio que hay junto al portal a altas horas, el tipo del garage con su perro, la luz del Laboratorio Il Cornetto que me acoge al final de las noches de salir, ..., todo ya asumido como parte del barrio. Y ocultando una frase de "Un frasco" un tren de Ferrovie dello Stato que parte de Bari Centrale rumbo a Brindisi o Lecce. Con el tiempo he aprendido a adoptar el ruido del tren como un ruido más del vencindario. Al mismo nivel que los aullidos baresi, la bocina cansina del que se ve atrapado por un aparcamiento en doble fila o la música de discoteca de un tipo que algún día romperá mis cristales.

Llego a "A lo verde". Termina el disco. La canción sonaba bonita, pienso para mi. La subo a Facebook con un mensaje de despedida nocturna para esa gente con la que habitualmente tomo Peroni, para esa gente que estará en Pamplona tomando unas pintas y para esos que leen este blog o mis entradas Facebook.

Apago el ordenador. No queda cerveza en la botella verde. Mañana será otro día. Hay que aprender a usar el LabView, hay que pagar el piso al dueño, hay que limpiar el cuarto que el jueves viene Laura, hay que ver el partido del Bari de las 3, ...

Pero eso será mañana. Esta hora de paz y tranquilidad con el álbum "A contraluz" no me la quita nadie. Con las canciones en su orden que por algo se decidió así.

Porque parar un poco no está mal.

* Este texto se llama así porque es una frase que pronunció Ale, médico sevillano y guitarrista de Trisfe; el grupo que te embauca y te hará enloquecer.


Jau, a las: 14:36 del miércoles, 1 de diciembre de 2010.

Escuchando nada.

1 comentario:

  1. Ay... el orden de las canciones... El "3rd" de Big Star (también conocido como "Sister lovers"), se publicó en su día con un orden determinado y luego, en la reedición de años después, con otro distinto. La percepción del disco es totalmente distinta en función del orden en que escuchemos las canciones.

    En cualquier caso es un disco sublime. La pequeña obra maestra desordenada (entre otras maravillas) que nos regaló Alex Chilton en plena desintegración personal.

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